sábado, 23 de julio de 2016

Diecisiete años
“Sólo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece”.
Jorge Luís Borges.

Ella cree que la vida es sólo sufrimiento, que no hay revancha, que no hay ilusiones eternas. Cree que la edad es un número. Cree que todos sus días transcurren de la misma manera: leer, comer, dormir. Hay momentos en los que siente que no es así. Pero ese pensamiento sólo dura un momento.
Se mira al espejo y no se reconoce. No es la misma de hace tres o cuatro años atrás. Físicamente no hay muchos cambios: sus ojos continúan siendo marrones, no hay ninguna esperanza de que sean azules; algunas pecas se han ido de su rostro, pero otras insisten en quedarse; su nariz sigue teniendo forma de tobogán, por mucho que le pese; su sonrisa no perdió ningún diente, aunque sí algo de candidez; su pelo no presenta blancura y persiste en relucir. Sin embargo, en el plano emocional, nada era ni sería igual. Aprendió que algunas veces sufrir es necesario para sanar; que el dolor no le era tan ajeno como creía; que con confianza en sí misma y mucho trabajo lograría cualquier reto; que los pequeños momentos, aquellos que requerían enteramente su atención, no eran atendidos; que dejó pasar muchas oportunidades, pero que siempre habría una chance más. Como aprendió, también sufrió, y mucho. Sufrió por injusticias, por amor, por pérdidas; pero, si bien el pozo de la depresión nunca fue cerrado, consiguió controlar su poder sobre ella. Un sinnúmero de situaciones lograron deshacerla casi completamente, pero ella no permitió que la destruyeran.
El mundo le parecía una montaña rusa en donde convergían,  constantemente, el amor y el odio. Hoy, el mundo le parece una montaña mágica, que, sin ser perfecto, muestra sus rasgos hechiceros. Es este el mundo que ella, inconscientemente, había elegido años atrás, y el cual sigue eligiendo, tal vez porque sea su única opción. Los habitantes no son de su agrado, pero nadie le dio el privilegio de escoger, y se conforma. Esto no significa que sea conformista sino que comprende que hay cosas que no se pueden cambiar ni modificar, y que, quizás, sea mejor así. Todo está escrito allí arriba, decía Jacques, su amigo fatalista.

Ella observa desde otra perspectiva. Desearía regresar a los doce o trece años, porque su vida de entonces estaba completa. No lo supo ver a tiempo. Ahora debe vivir de otra manera y enfrentarse a otras situaciones. Tal vez ese deseo no sólo signifique recuperar lo perdido, sino también pánico por lo que está por venir. 












Claude Monet (1840-1926)

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Discurrir

Siempre se interpone algo entre nosotros y lo que creemos que es nuestra felicidad”.
Lord Byron.

Voces inaudibles
Extraño desenlace
Cuatro compases sin tempo
Una guitarra desafinada

Instantes

Presencias que duelen
Ausencias que atormentan
Sonidos agudos que ensordecen
Silencios que hablan

Instantes

Primer amor
Psicosis absoluta
Éxtasis de fuego
Embriaguez de pasión

Instantes

Un collar con un delfín
Una flor marchita en un libro
Un piano que endulza los días
Un espejo con reflejo incandescente

Instantes
Pinturitas sin color
Retratos vacíos
Un libro con páginas en blanco
Un soñar sin sueño

Instantes

Una tregua sin armisticio
Un consejo que no se escucha
Una vida fugaz
Un discurrir electrizante


Instantes 














"La persistencia de la memoria", Salvador Dalí (1904-1989)

lunes, 28 de septiembre de 2015

Mi presentación... 

Hoy decidí presentarme, aunque no haya mucho por decir. 
Me considero incompleta. Siempre quiero más. Quizás sea mi edad: con dieciséis años las ambiciones son infinitas. Necesito parar un poco, pero es imposible. Trato de buscarle más horas a los días, de transformarlos en eternos.
No hay mucho para contar sobre mí. Mi esencia es indefinida; no poseo un estilo concreto a la hora de escribir. Todo fluctúa dependiendo de mi estado de ánimo.
Me identifico con una simple palabra: insaciable.
La escritura me permite frenarme, aunque no demasiado. Me permite sanar interiormente tras una pérdida y me arranca el dolor. Le otorga luminiscencia a mi vida.
El momento que me toca vivir es inasequible, pero las letras lograron lo que creía imposible: hacerme revivir. Todos los días reverdezco a través de las palabras. 
La lectura es la base fundamental; la escritura es el complemento indefectible. 



lunes, 21 de septiembre de 2015


Amanecer

“¡Qué hermoso es ver el día coronado de fuego levantarse y a su beso de lumbre brillar las olas y encenderse el aire!”.
Gustavo Adolfo Bécquer.


¿Qué hay más agraciado que
un amanecer?

El Sol emerge por el este
para iluminar el día

Los pájaros inician su
tan inefable canto

El cielo se tiñe de un
celeste resplandeciente y diáfano,
ansiando el vuelo de las aves

El día apenas comienza,
 y queda mucho por transitar… 

"El amanecer", C. Monet (1840-1926)

martes, 8 de septiembre de 2015

Desenlace infausto


Porque tu dolor fue el mío. Porque me acompañaste y te acompañé. Porque tu ausencia en esta etapa temprana de mi vida significó crecer.
Te amo eternamente, papá.  


 “Creo en cierta combinación de esperanza y luz que dulcifica los peores destinos. Creo que esta vida no lo es todo; ni el principio ni el fin. Creo mientras tiemblo; confío mientras lloro”.

Charlotte Brontë.

Atezadas nubes cubrían el cielo. Llegué a mi casa luego de un día difícil. Lo único que deseaba era escuchar su voz. Necesitaba de sus palabras. Él me estaba esperando.
Mi día había sido un martirio; el suyo, doloroso. Tenía la mirada perdida, y su voz era casi inaudible. Mi humor era execrable. Estar con él era todo lo que anhelaba. Sin embargo, el desasosiego que me había invadido esa mañana era como una predicción insoportable, que cada vez se intensificaba más. Algo no estaba bien, y ese “algo” estaba perturbando mis nervios.

Mientras yo me perdía en un laberinto de pensamientos, él me habló. Sentado en esa silla de terciopelo negro, su mirada expresaba desconcierto y mis nervios empezaron a tensarse. Pronunció unas palabras imperceptibles y su respiración comenzó a cesar.  Sus ojos, de un azul intenso, miraban fijamente el suelo, implorando el paso de los minutos, anhelando el sueño eterno. Mis nervios estallaron uno por uno, como una fila de dominó, a una velocidad indecible. Mi rostro estaba empapado en llanto, mientras que mi boca pedía ayuda a gritos ahogados. El teléfono no servía. Mi cabeza estaba a punto de explotar. En un intento desesperado, le susurré al oído: “Quédate conmigo”, pero no me respondió. Al ver que sus ojos habían perdido su incandescencia, lo supe. Su eterno sueño había comenzado, y mi vida había terminado. 
"Melancolía", E. Munch (1863-1944)

domingo, 6 de septiembre de 2015

Espejos
“En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte”.
Honoré de Balzac.

        Sólo queda un espacio vacío, imposible de llenar. Lo único que puedo ver a través del espejo es a una niña indefensa, que solamente cuenta consigo misma. Sus inmensos ojos verdes se llenan de lágrimas constantemente. Nadie está allí para enjugar su llanto. Sólo se tiene a sí misma.
A su alrededor hay innumerables cuadros, cada uno con un marco diferente. El cuadro con el marco más apolíneo, estaba vacío. Cuando la niña miraba atentamente ese cuadro, su mirada se perdía instantáneamente.  Buscaba algo en la nada. Sus ojos se cristalizaron y una lágrima empezó a contornear en su mejilla. Su mente no paraba de divagar hacia pensamientos desafortunados. Su cuerpo comenzó a temblar. Su boca parecía hablar en el silencio. Pero nadie podía escucharla. Ni siquiera ella misma podía escucharse. De repente, el cuadro se movió violentamente. La niña se paralizó. Su corazón latía rápidamente y su boca quería gritar. Sin embargo, no pudo emitir ningún sonido.

En una fracción de segundo, el cuadro se derrumbó. Miles de pedazos quedaron esparcidos sobre una superficie invisible. Ella tomó uno de esos trozos, y lo examinó minuciosamente. Comprendió por qué ese cuadro estaba vacío. Le faltaba un espejo profundo de la realidad. Allí sólo existía la nada. Y eso era fantasía.