Espejos
“En
las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte”.
Honoré
de Balzac.
Sólo queda un espacio vacío, imposible
de llenar. Lo único que puedo ver a través del espejo es a una niña indefensa,
que solamente cuenta consigo misma. Sus inmensos ojos verdes se llenan de
lágrimas constantemente. Nadie está allí para enjugar su llanto. Sólo se tiene
a sí misma.
A su alrededor hay innumerables cuadros, cada uno con un marco
diferente. El cuadro con el marco más apolíneo, estaba vacío. Cuando la niña
miraba atentamente ese cuadro, su mirada se perdía instantáneamente. Buscaba algo en la nada. Sus ojos se
cristalizaron y una lágrima empezó a contornear en su mejilla. Su mente no
paraba de divagar hacia pensamientos desafortunados. Su cuerpo comenzó a temblar.
Su boca parecía hablar en el silencio. Pero nadie podía escucharla. Ni siquiera
ella misma podía escucharse. De repente, el cuadro se movió violentamente. La niña
se paralizó. Su corazón latía rápidamente y su boca quería gritar. Sin
embargo, no pudo emitir ningún sonido.
En una fracción de segundo, el cuadro se derrumbó. Miles de pedazos
quedaron esparcidos sobre una superficie invisible. Ella tomó uno de esos
trozos, y lo examinó minuciosamente. Comprendió por qué ese cuadro estaba
vacío. Le faltaba un espejo profundo de la realidad. Allí sólo existía la nada.
Y eso era fantasía.
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